jueves, 27 de diciembre de 2012

Reflexiones Navideñas


La relación entre música y arquitectura ha sido un tema recurrente, ya sea comparando la proporción visual con la armonía sonora o citando, una vez más, aquella frase de Schopenhauer que define a la arquitectura como música congelada. También están las reflexiones sobre la condición ambiental de ambas artes, que nos envuelven por completo, ya en filósofos como Eugenio Trías, especialmente en su Lógica del límite, o en arquitectos-músicos como Iannis Xenakis o Daniel Libeskind. Y, por otro lado, la idea de la música como un fenómeno también espacial, por ejemplo en Cage.

Pabellón Philips - Xenakis (1958)


Pero el diseño y la construcción de un espacio destinado específicamente a la música es sin duda un momento – o un lugar – privilegiado de dicha relación. Desde el teatro que Wagner diseña en Bayreuth a partir de un proyecto no realizado de Gottfried Semper, construido como un relicario acústico y visual para sus propias óperas, hasta la nueva Filarmónica de Hamburgo, a concluirse en el 2012, de los suizos Herzog y de Meuron y cuyo interior ha sido “diseñado” por el sonido mismo, buscando lograr las mejores condiciones acústicas posibles y sin ninguna voluntad de estilo, pasando por la de Berlín, uno de los mayores ejemplos de lo que se califica como expresionismo arquitectónico, diseñada a finales de los años 50 por Hans Scharoun, las salas de conciertos y teatros de ópera despliegan de bulto, buena parte de aquellas reflexiones teóricas mencionadas más arriba.

Bayreuth Teatro de Wagner


Pero tras estar sentado a una mesa junto con especialistas que definen medidas, superficies, volúmenes y formas de acuerdo a precisas características de reverberación y energía acústicas, señalando de tiempo en tiempo algún rincón en el plano donde la solución, liberada de requerimientos técnicos, puede ser arquitectónica, los ejemplos anteriores me resultan aún más admirables. También otros como la Casa de la Música de Oporto, terminada en el 2001 y diseñada por Rem Koolhaas, y de la que Nicolai Ouroussoff, crítico de arquitectura del New York Times, asegura es la mejor obra construida por el famoso holandés errante, comparándola con el extravagante y, a mi parecer, excesivo Disney Concert Hall, en Los Ángeles, de Frank Gehry, proyectado desde finales de los años 80 pero inaugurado en el 2003 – aunque dicen que los problemas causados por refracción lumínica de la fachada de titanio se olvidan gracias a la excelente acústica del interior.

Disney Concert Hall - Frank Gehry (1999-2003)